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La virtud de los educadores: la paciencia 

Otto Bollnow, en su obra Filosofía de la esperanza, plantea la necesidad de volver a cultivar la paciencia en tanto ella es algo así como una fuente que puede ayudar al hombre de nuestro tiempo a recuperar la serenidad y el orden, y además, un sentimiento genuino de plenitud y engrandecimiento de vida.

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Una de las virtudes que resulta más difícil de practicar es la paciencia, la cual a primera vista parece ser una virtud devaluada, propia de espíritus sencillos y apocados, y desvinculada completamente de la actitud audaz y resuelta que, pareciera, se debe ejercitar todos los días. 

Dicha virtud se manifiesta en el ejercicio de las ocupaciones profesionales, en el trato con los demás y en la manera de sobrellevar los sufrimientos e inconvenientes de la vida. 

La paciencia es, muy particularmente, la virtud de los educadores, quienes tienen que ejercitarla una y mil veces con los educandos. Ellos no deben ponerse impacientes cuando los estudiantes no alcanzan a cumplir con las metas propuestas, sino que más bien tienen que saber esperar el ritmo de los alumnos según su propia maduración. 

Sin embargo, no hay que confundir la paciencia con la debilidad ni con la negligencia ya que no se puede acelerar el desarrollo, ni tampoco se debe permanecer detrás de él por falta de vigor o de empeño. De ahí que repetidas veces se comparó la paciencia del pedagogo con la del jardinero. 

“A las plantas y a los animales jóvenes les damos tiempo y espacio sabiendo que entonces se desarrollarán y crecerán bien de acuerdo con las leyes que actúan en cada uno de ellos”. 

Es por eso que los educadores que practican esta virtud, dan tiempo a sus alumnos y se dan, a su vez , el mismo tiempo. 

Tener paciencia en la docencia significa…

– Escuchar a los estudiantes cuando cuentan algo lenta y detalladamente, cuando preguntan algo que ya fue explicado, entre otros. Dicha virtud significa que uno es capaz de acomodarse a su ritmo atendiendo enteramente su relato, resguardando de este modo la eficacia de la comunicación. 

– Esperar cuando el alumno no puede cumplir todavía con el rendimiento que se le exige, confiando en que lo hará en un futuro próximo. Cada uno tiene sus tiempos y no hay que culparse por ello. 

– No recalcar la falta: Es esencial para brindar una educación de calidad, enfocada en un aprendizaje significativo y basado en la comprensión. 

La paciencia muestra toda su eficacia y su valor en los vínculos con los semejantes y muy especialmente en la relación entre educandos y educadores. Aprendamos a cultivarla.

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